La propuesta parte de una lectura consciente del sitio y busca establecer una relación armónica entre el espacio construido, la vegetación y la luz natural, generando un ambiente habitable que equilibre funcionalidad, estética y bienestar ambiental.

La vivienda se desarrolla a partir de un volumen principal ortogonal que se fragmenta en piezas sólidas y ligeras para configurar un esquema en forma de 'L'. Esta disposición permite liberar el interior hacia el jardín posterior, privilegiando las visuales, la ventilación cruzada y el aprovechamiento de la luz solar. El corazón del proyecto es un gran espacio a doble altura, que articula las funciones sociales y organiza el resto del programa arquitectónico alrededor de un jardín interior.

El lenguaje formal del proyecto se define por una volumetría sobria, de líneas puras y proporciones controladas. Destaca la presencia de un muro de piedra volcánica que recorre verticalmente el proyecto desde el acceso hasta la terraza superior, convirtiéndose en un elemento estructural, estético y simbólico. Este eje pétreo ordena y divide los espacios sin interrumpir la fluidez visual ni funcional.

Esta vivienda unifamiliar se plantea como un ejercicio de síntesis entre la racionalidad geométrica y la sensibilidad ambiental. La disposición espacial, el tratamiento de los materiales y el manejo de la luz natural permiten que la arquitectura se exprese de manera sobria pero cálida, ofreciendo una experiencia habitable coherente, eficiente y profundamente conectada con su entorno.